#Opinión: Aportes para el quehacer académico en tiempos de crisis: siete consideraciones para tener presente
Wilfried Diener Ojeda
Víctor Caire Villarroel
Facultad de Medicina
Universidad de La Frontera
Cada vez que ha habido una cadena de eventos naturales que amenazan el fluir de la vida de los seres humanos, se generan cambios profundos en la sociedad de ese particular lugar y período: fue el caso de las plagas de Egipto en la lejana antigüedad ‐por ejemplo‐ que generaron migraciones y dieron nacimiento a nuevos territorios que se debieron habitar, emergieron nuevas religiones, nuevas culturas. Surge así la natural interrogante: ¿qué emergerá de la actual pandemia?
Afortunadamente, podemos dar cuenta de un sinnúmero de herramientas que nos pueden ayudar, así como otras que no han demostrado utilidad alguna durante la incierta contingencia que se mantiene. Lo cierto es que, a semejanza de descripciones que se documentan, las emociones se expresan en ansiedad, desconcierto y, por qué no decirlo, miedo, frustración e ira, al ver a tantas personas que sufren, enferman o mueren durante este devenir.
Lo esbozado nos sirve de contexto para vivenciar en profundidad cómo generamos nuestra “nueva normalidad” en el día a día, cómo proyectamos la del mediano plazo y cómo imaginamos la de los tiempos futuros que muchos no viviremos, tanto en lo social, en nuestras particulares organizaciones, así como en nuestro quehacer específico. De estos diversos sistemas en que nos desenvolvemos y las múltiples dimensiones que conocemos, atrapan nuestra atención las alternativas que vivenciamos en forma directa y que construimos, en particular, en el mundo académico, sin abandonar ‐ni por un instante‐ las incertidumbres que nos generan las cambiantes circunstancias en cada nuevo amanecer.
Las incógnitas que se abren ahora son muchas y profundas: ¿volveremos al contacto social que manteníamos antes?, ¿sacrificaremos la privacidad para salvar nuestras vidas y la economía?, ¿se harán más profundas las fronteras o se acelerarán los procesos de integración, una vez confirmado el proverbio latino de que nada de lo humano nos es ajeno?
De las variables expuestas, sin duda alguna que lo que a la mayoría nos compromete, cautiva e involucra, son nuestras emociones, las que emergen como un torbellino que comanda nuestras reacciones, respuestas y propuestas. Dialogar sobre ellas nos permitirá evidenciar que las emociones y sentimientos de académicos(as) y funcionarios(as) en general, son similares en el seno de toda la comunidad universitaria de la que formamos parte.
Las emociones, quizás con más fuerza, están presentes entre nuestros(as) estudiantes de pregrado y de postgrado y, aún más, ciertamente la incertidumbre que les aqueja es más intensa mientras más largo es el camino que les queda por andar. Es sobre esta base que parece necesario dialogar respecto de los principales atributos relacionales que deberíamos implementar en el quehacer universitario, sin abandonar, en ningún momento, el rigor y la calidad requerida.
De los atributos que requerimos implementar se destacan los que enunciamos a continuación con el objetivo de asegurar, dentro de lo posible, la mejor calidad para alcanzar aprendizajes significativos. Al respecto:
1. Infundir confianza.
Nuestras interacciones en el ámbito universitario ‐autoridades, estudiantes, funcionarios(as) y docentes‐, debemos cautelar la integridad moral de las personas y la ética institucional. Cuando la confianza es alta, la comunicación es fácil, instantánea y efectiva.
2. Acoger la crisis.
Las emociones que acompañan a lo vivencial podemos orientarlas a mejorar aspectos hasta ahora desatendidos, en nuestro quehacer institucional futuro. Tomar decisiones acertadas y resolver problemas en forma eficaz, promueve un sentir positivo que nos ayudará a sobrellevar las incertidumbres.
3. Modular las emociones emergentes.
Nos acompañan desde la ansiedad hasta el miedo que, dependiendo de las distintas sensibilidades y circunstancias, se pueden transformar en brotes de conflictos. Se requiere así, más que nunca, educar para la incertidumbre, para interrogar a la realidad en forma permanente y no para inculcar respuestas. Abrir diálogos reflexivos permitirá reconocer, procesar y utilizar la información, ya que en un mundo saturado de ella, con frecuencia muchas personas están desinformadas, y esta es una tarea fundamental en el proceso formativo que nos corresponde.
4. Aprender y enseñar a distancia.
Las tecnologías deben constituirse en apoyos de la enseñanza y del aprendizaje. Debemos construir, por sobre todo, un sistema interactivo que permita tomar distintas direcciones en las materias que trabajemos. Por sí mismas, las tecnologías no son el gran motor de la educación ni la solución a los problemas, son un medio que responde a las distintas formas de aprender de los(as) estudiantes y de enseñar de los(as) docentes.
5. Seleccionar herramientas de educación a distancia.
La educación a distancia no es nueva ni simple. Iniciándose hace décadas sólo con material escrito, ahora está ligada al mundo virtual gracias a las redes de comunicación. Si bien es válido aquello de que “la herramienta la hace el maestro”, ello no es así en las etapas iniciales de la formación de un profesional. En aquellas etapas, las herramientas imperfectas pueden generar frustraciones, renuncias a continuar los procesos formativos, entre otras reacciones similares, con el consecuente dolor y amargura de las o los estudiantes. Por ello, es que la sencillez y las herramientas simples son de la mayor importancia en la consecución del éxito. Generar aprendizajes con esta modalidad implica fuertes exigencias en dos aspectos esenciales: la gestión de la organización y lo pedagógico‐didáctico.
6. Atender los aspectos ergonómicos.
No es menor enunciar esta dimensión, que de seguro habrá de enriquecerse con los importantes aportes de parte del mundo disciplinario que se ocupa de la salud física y de rehabilitación. Las largas horas de posiciones viciosas y de inmovilidad nos demandarán prácticas de actividad que salvaguarden nuestra salud en forma integral.
7. Incorporar nuevos lenguajes.
La escucha efectiva para una comunicación real constituyen las bases esenciales de un sistema académico sólido, efectivo y con la calidez necesaria para el desarrollo de un sistema gratificante y cargado de instancias que motiven al estudiante, tanto como al cuerpo académico, y comunidad universitaria en su conjunto. Seremos así constructores de las nuevas relaciones sociales que nos acompañarán por largo tiempo.
Finalmente, si bien en estos tiempos es necesario salvaguardar el rigor y la calidad de los procesos formativos, cobran importancia las dimensiones éticas y valóricas, a través del acompañamiento y empatía hacia nuestros(as) estudiantes.