El espacio doméstico: el otro gran escenario del COVID-19
Carolina González, académica de la Universidad de La Frontera, plantea que el área habitacional implica no solo dimensiones físicas, sino que también posee significados sociales y afectivos que van constituyendo el concepto de “hogar”; aspectos que cobran una relevancia especial a causa del confinamiento obligado debido a la actual emergencia sanitaria.
La nueva realidad impuesta por el COVID-19, ha dejado una vez más en evidencia, la situación al interior de los hogares chilenos. La ausencia de criterios de habitabilidad para la construcción de viviendas -en su mayoría- bastante limitadas para el desarrollo del ser humano, y la falta de políticas públicas en el ámbito, se conjugan en una fórmula que requiere ser revisada, urgentemente, para otorgar mejores condiciones de vida para la población.
El espacio doméstico en que convergen además las relaciones afectivas y sociales, donde se conforma la familia y se habilitan las rutinas en el ámbito diario de roles y funciones, ha sido uno de los más afectados por la pandemia. Es el otro gran escenario del COVID-19; el reemplazo obligado para sustituir el lugar de trabajo, la sala de clases, la plaza pública, el restaurant, el gimnasio, la sala de reuniones de la oficina.
La académica de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Empresariales UFRO, quien es psicóloga y doctora en comportamiento social y organizacional y, directora del Centro de Investigación sobre Desafíos Internacionales, Carolina González, explica que tanto la arquitectura como el diseño han sufrido el impacto de las epidemias en el tiempo. “La gripe de 1918 transformó los baños de las casas, fomentando el uso de accesorios de latón y lavabos. La pandemia por tuberculosis inspiró la estética blanca y modernista del espacio, a partir de las creencias de que la enfermedad podría remediarse con la luz solar, promoviendo el uso de mesitas en los jardines. Es probable que esta pandemia dé paso también a la innovación, escribe Sara Jensen Carr, en su libro “The Topography of Wellness”.
Haciendo un poco de historia, la Dra. González señala que “el término casa proviene de una antigua palabra que expresa la idea de ‘cubrirse y abrigarse’. Del latín domus, proviene la idea de la casa noble, de la que han derivado los términos de ‘doméstico’ y ‘domingo’ o el día ‘para estar en casa’. La casa o vivienda cumple una función psicológica tan importante para la identidad, para el sentimiento de seguridad, y de pertenencia, que según la psicóloga Clare Cooper, volver a casa después del trabajo o un viaje, es reencontrarnos con nosotros mismos”.
Dependiendo de las condiciones, el espacio doméstico puede inducir sentimientos de calidez, seguridad, favorecer la conexión social, la estimulación sensorial y, la eficiencia familiar. Es decir, que la arquitectura de la vivienda es un desencadenante del bienestar y, puede apoyar el logro de ciertos comportamientos deseados; siempre y cuando considere las necesidades sociales y psicológicas de las y los ocupantes.
Le Corbusier, arquitecto, urbanista y diseñador de espacios, sostenía que la casa es “una máquina de vivir” y la crisis por coronavirus ha venido generando una profunda discusión sobre la manera de entender el espacio construido. “Porque la casa es una unidad socio-física que delimita el entorno del que disponen los miembros de la familia. Comprende no solo las dimensiones físicas, sino también los significados sociales y afectivos del constructo de “hogar”. La casa materializa el conjunto de condiciones que pueden determinar quiénes y cómo somos”.
Ahora bien, en consideración a lo anterior, la especialista opina que en el futuro debiesen existir cambios. “Las viviendas no deberían ignorar el sol, las condiciones de ventilación y el clima. Las casas en la actualidad parecen atender a una perspectiva sociófuga, que nos expulsa fuera del hogar para satisfacer necesidades; en lugar de proveernos de espacios versátiles, que se adapten a nosotros y no al revés. Quienes peor padecen estas estructuras rígidas e insalubres son los niños, cuyo cerebro necesita encontrar elementos locales y naturales que los identifiquen y moldeen su identidad social y cultural; así como activarse y estimularse en un espacio flexible para la creación y la autonomía”.
En definitiva, cuántas más posibilidades tenga una persona de moldear su espacio doméstico según sus necesidades y expectativas, más llevadero será el cumplimiento de las medidas sanitarias.
NUEVAS RUTINAS
Para la Dra. González resulta fundamental diseñar nuevos planes que no necesariamente cumplan las mismas expectativas de lo que hacíamos antes. “Estamos en una situación distinta, y eso es lo primero que debemos comprender para abrirnos paso a una actitud de mayor plasticidad, flexibilidad y tolerancia”, advierte.
Las rutinas cumplen una función relevante porque automatizan todos los comportamientos que son útiles pero repetitivos, y por lo mismo, hacen que las personas no necesiten pensar demasiado en ellos. Mientras que en la actual situación impuesta por el COVID-19 las obligaciones y tareas pueden ser similares; pero requieren de una serie de cambios de estrategias para poder lograrlas.
“Es como si un GPS hiciera recalcular, insistentemente, el tiempo y la distancia para pasar de una acción a otra”, añade González. Y este es uno de los factores que explica por qué crece el agotamiento y, en muchos casos, el desgano a medida que avanza el confinamiento. “Las tareas pueden ser pequeñas pero tan variadas que el GPS se activa una y otra vez, varias veces al día. El cerebro en este sentido actúa como un buen gestor de emergencias, priorizando bajo presión quién hace qué, y en qué lugar”.
“Queremos que todo fluya y aplicamos un sistema de “triage”, un procedimiento eficaz de gestión de los riesgos, similar al que se aplica en una sala de urgencia. Así de intenso. Por momentos tenemos la sensación de que todo está logrado y nos sentimos bien; luego iniciamos una próxima jornada, y así, sucesivamente”.
Las nuevas rutinas vienen cargadas de situaciones que esperan dedicación. “Contestamos llamadas de las jefaturas o colegas mientras cocinamos o ayudamos en tareas de los hijos e hijas; tenemos clases o ‘reuniones virtuales’, y esto, a veces, conlleva una ‘invasión’ del espacio doméstico. Los más pequeños irrumpen en esas reuniones y también en nuestros momentos de concentración. Los horarios de trabajo o estudio se han desregulados. Y nuestra casa ya no es el refugio que nos desconecta de las presiones y de la vida pública”.
Pamela Carrasco Salas
Dirección de Comunicaciones